viernes, 17 de diciembre de 2010

The King's Speech - Alexandre Desplat


Tal como yo lo veo, Desplat se encarga de aportar un tono sobrio, elegante y mayestático, no resalta la gracia épica de le realeza, sino que invierte su influjo elegante y su faceta más delicada a recrear una suerte de "personalidad monárquica" en la música. Quizás funcione (y esto es la más absoluta conjetura) como metáfora de la fuerza interior, del verdadero poderío real que posee el desafortunado rey tartamudo, con la contraparte de su inseguridad y fragilidad.
Aunque distante y sencilla en apariencia, la música, como no podía ser de otra forma, es enigmática y sugerente. Muchos utilizarían el adjetivo ambiental. Pues bien, yo odio ese adjetivo, aunque yo mismo lo haya utilizado en alguna ocasión, a falta de otro mejor. No será este el caso. La música permanece en un nivel más superficial, digamos que su implicación está en un metanivel emocional, pretendiendo más que el oyente intuya lo que quiera intuir dentro de esos sobrios aires de grandeza y extrema fragilidad, sería como mirar al trasluz los relieves de la cara y la cruz en una moneda. Si eso significa ambiental, de acuerdo, es ambiental.
El parisino crea melodías de gran belleza y amabilidad, muy gratas al oído.



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